¡Muy buenos días, tardes o noches, sednitas! Hoy vengo con una nueva entrada de la sección de ayuda, ¡empecemos!
Lo
más importante que tenemos que hacer para ejercitar
nuestra creatividad, en especial si somos escritor@s novat@s, es evitar el cliché, evitarlo como si de
la peste se tratase.
Muy bien,
dirán, pero, ¿qué es un cliché?
Según
la RAE, es una “idea o expresión demasiado repetida o formulada”. Si esto no
nos alcanza, el artículo de Wikipedia desarrolla un poco más esta definición:
…una
frase, expresión, acción o idea que ha sido usada en exceso,
hasta el punto en que pierde la fuerza o novedad pretendida, especialmente si
en un principio fue considerada notoriamente poderosa o innovadora.
En otras palabras, el cliché (o lugar común) es algo que, a
fuerza de repetirse, perdió su novedad y fuerza expresiva.
Veamos algunos ejemplos:
·
El novio raro que hace que el nuevo
interés romántico de la protagonista sea más deseable: Sleepless in Seattle, You’ve got mail, French Kiss. Qué raro, las
tres con Meg Ryan :P
·
El triángulo amoroso en las novelas para
adolescentes: The Vampire Diaries, The Selection, Crepúsculo, Beautiful Disaster.[i]
Sin embargo, su uso en la literatura suele considerarse un indicio de la falta de
creatividad del autor (a menos que sea un maestro y quiera hacer algo más o
menos novedoso, como una parodia).
¿Por
qué?
Porque cuando miramos algo que ya conocemos, en realidad lo
estamos recordando. Ya las
conocemos, por lo que no hace falta
detenernos demasiado en ellas. Es más, tod@s sabemos lo que son, cómo se
llaman, para qué sirven, etc. Compartimos
los conceptos de las cosas, las ideas que tenemos de ellas. Es lo que se
llama realidad compartida.
No puede ser, me
van a decir, yo veo las cosas como son.
Lamento
informarles que no, nadie puede escapar al poder del concepto. Creemos que
vemos las cosas como son, pero no. Es más, me atrevería a decir que es algo cultural. Pero me estoy yendo por las
ramas. Volviendo a la percepción, estamos
tan acostumbrad@s a las cosas que ya conocemos, que apenas les prestamos
atención. Si no, piensen, por ejemplo, en lo que pasa si repetimos mucho
una misma palabra:
luna luna luna luna luna luna luna luna luna luna luna luna
luna luna luna luna luna luna luna luna luna luna luna luna luna luna luna luna
luna luna luna luna luna luna luna
Perdió
el significado, ¿no?
Bueno,
esto que estoy tratando de explicar es lo que los formalistas rusos llamaron automatización:
no percibimos las cosas como son porque ya sabemos cómo son. Las pasamos por
alto y nos detenemos sólo en lo nuevo o
diferente. En cierto modo, esto es útil porque no podemos detenernos
siempre en lo mismo. El cerebro debe estar atento a los estímulos nuevos para
reaccionar (nunca se sabe). Pero eso
hace que nos olvidemos de lo que se siente, por ejemplo, aprender a andar
en bicicleta. La emoción del primer beso. Cosas así. Apreciar la maravilla del
momento, sentir la vida.
Los
formalistas rusos (y, como ellos,
los poetas de vanguardia) pensaban
que el arte sirve para descolocarnos,
ponernos en una posición incómoda que nos obligue a despertar, preguntarnos
qué mierda pasa y tratar de responder esa pregunta.
¿Y esto qué
tiene que ver con los clichés?
Tiene
que ver todo. Si usamos clichés,
nuestros lectores van a hacer una lectura automática.
“Ahora
bien, si lo que escribimos se compone en todo momento de lugares comunes (…),
no estamos obligando al lector a interpretar, sino a pasar por un camino muchas
veces transitado. Eso no es arte.”[ii]
Así,
no basta con contar una historia. Tenemos que contarla de una forma
especial, que nos vuele la cabeza a los lectores. Y eso, sólo lo vamos a
conseguir si evitamos los clichés.
Pero…
¿cómo lo hacemos?
Volvamos
a los formalistas rusos. En “El arte como artificio”, Viktor Schkolvki habla
del extrañamiento,
también llamado singularización, desfamiliarización o desautomatización. Son palabras largas, pero designan un concepto sencillo: hablar
de las cosas como si las viéramos por primera vez o, en su defecto, hablar
de las cosas como son, y no como sabemos que son. Veamos este ejemplo:
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.[iii]
Preciosa tocando viene
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.[iii]
Luna de
pergamino
es una metáfora para la pandereta, mientras que anfibio sendero se refiere al camino por donde anda Preciosa, que
se encuentra junto a un río, de modo que de un lado tiene el agua (cristal), y del otro, los árboles (laureles).
Como
vemos, la imagen es chocante en primer lugar, porque no sabemos de qué nos
habla, nos obliga a prestar atención, y así percibimos
el paisaje y la escena.
¡Pero yo no puedo
hacer eso!
Sí se puede, pero lleva mucho tiempo
y práctica.
Hay
otro recurso, más sencillo, que podemos usar para evitar los clichés: mostrar
en lugar de contar. Veamos un ejemplo de Poe:
“Mi amigo caminaba tambaleándose, y
al moverse tintinearon los cascabeles de su gorro.”[iv]
Se nos dan dos indicios, uno de los
cuales no es visual, para que
nosotros deduzcamos lo borracho que está. No es lo mismo decir: “Mi
amigo estaba borracho”. El primer ejemplo nos da una imagen, algo que podemos
visualizar y que los lectores somos lo bastante inteligentes como para
entender.
Conclusión
El cliché en literatura no nos sirve. Remite a cosas recontra
conocidas, por lo que los lectores no se detienen en lo que leen. Es un signo de falta de creatividad, porque decimos
cosas que ya dijeron otros antes,
muchas veces. Si queremos destacar, tenemos que evitarlos; sólo así podremos
decir cosas propias. No es fácil, pero
se puede. Algunas formas de evitarlos son:
·
hablar de las cosas como si fuera la
primera vez que las vemos.
·
hablar de las cosas como las percibimos
y no como “sabemos” que son. En este punto vale destacar que podemos usar los cinco sentidos, no sólo la
vista.
·
mostrar
en lugar de contar.
Les
propongo un ejercicio: ¿quién se
anima a mostrar alguna de las
siguientes situaciones?
·
Estaba asustado.
·
Se enojó mucho.
·
Se cayeron al lago.
[iii] García Lorca, F., “Preciosa y el aire”, en Romancero Gitano. Buenos Aires: Espasa-Calpe. 1993.
Por Denise, correctora y editora.
¿Qué les parece, sednitas? Si lo desean, pueden dejarnos en un comentario la práctica del ejercicio^^
¡Besosos de osos!
Nely, directora sednita
Acabo de darme cuenta de que equivoqué al escribir Shklovski, qué papelón D:
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